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La cálida respuesta al movimiento de mujeres de RTVE, -las que viernes a viernes se visten de negro, como tantos compañeros varones-, tiene que ver, más de allá de la oportunidad histórica que representa, con la independencia que la que el colectivo ha hecho gala, desde que nació en torno al 8 de marzo. Las mujeres de la radiotelevisión pública éramos conscientes de las desigualdades de género, del techo de cristal, de la brecha salarial, de las escasas noticias con perspectiva de género, pero no estábamos organizadas. Y por razones vinculadas a la politización casi crónica de RTVE, muchas veces nos mirábamos de reojo. Pero el 8 de marzo rompió esa desconfianza y puso en marcha un movimiento transversal que no ha dejado de crecer.

El principal patrimonio del movimiento de mujeres de RTVE es su independencia y aunque es verdad que lo que es de todos corre el riesgo de no ser de nadie, también es cierto que queremos cumplir con el contrato verbal firmado con las mujeres y el conjunto de la ciudadanía, comprometiéndonos a trabajar, desde los medios públicos, por la igualdad real. Algo que no será posible, mientras estén colonizados políticamente.

 

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